Viernes, 17 de Noviembre 2017
Anoche ante Nueva Zelanda en el Estadio Nacional y, al final de los 90 minutos, un sueño se hizo realidad. Perú regresa a un Mundial después de 36 años y lo hizo con autoridad, con un triunfo por 2-0 que fue celebrado en todos los rincones del país.
Más allá de los goles de Farfán (27’) y Ramos (64’) desatan la fiesta en un Nacional abarrotado y luego de la heroica defensa de ese resultado hasta finalizar el partido, las conclusiones resaltan la figura de un hombre, del director de orquesta, del argentino Ricardo Gareca en la dirección técnica de Perú.
Es su sapiencia, experiencia y osadía la que hoy ha volcado a favor del equipo nacional. Lo demostró en cada partido al momento de realizar los cambios, era ese el instante en que Perú debía concretar el gol y… llegó.
A lo largo de estos partidos eliminatorios Ricardo Gareca ha logrado afiatar a un grupo disgregado de jugadores, que se reúne solo para los partidos, convocándolos antes, durante y después para el éxito de ellos mismos y, por supuesto, de la selección.
Esa terquedad, en mantener a Cáceda por ejemplo, no es más que una filosofía de vida, de trabajo; el de motivar pese al error, de apoyar cuando las papas queman, he allí el resultado.
Hacía tiempo que no vislumbrábamos esa identidad, ese ejemplo, un accionar que nos recuerda al brasileño Waldir Pereyra “Didí”, mundialista señorial que nos clasificó a México 70
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